Una obra de arte asombra, deslumbra, pero por sobre todo, demuestra un detalle nunca antes visto. Porque detrás de cada artesanía hay un trabajo, pasos a seguir que marcan el rumbo y le otorgan valor en cada instancia. Rolex entiende la dedicación que debe haber en cada pieza y domina el arte de la joyería dotando a cada uno de sus relojes con las piedras preciosas más deslumbrantes del mundo.
En un trabajo sin precedentes, el primer paso en la cadena lo realizan los gemólogos. De una selección de gemas naturales, todas las piedras preciosas, diamantes y piedras de color, se someten a rigurosos protocolos de verificación.
Para garantizar la calidad de las piedras, además de su propia pericia, los gemólogos tienen a su disposición numerosas herramientas de análisis, en ocasiones desarrolladas especialmente para atender a las necesidades de la manufactura, que les facilitan información sobre la composición química de las gemas. Los diamantes, por ejemplo, se someten sistemáticamente a pruebas de rayos X para confirmar su autenticidad. Sin embargo los elementos principales que los expertos de Rolex deben tener en cuenta son la forma y el color.
Por un lado, la forma en que las piedras están talladas, es decir, la simetría de sus facetas, así como su geometría, determina el modo en que la luz penetra en las gemas y sale, tras reflejarse en la culata (término que designa el fondo de la piedra); influye, por tanto, directamente en su luminosidad. En el caso de los diamantes, una buena talla favorece la intensidad y el número de reflejos, que incluso pueden presentar tonos arcoíris. La talla de cada una de las gemas, resultado de la exigente y precisa labor del diamantista, es analizada por el laboratorio de gemología. La pureza se refiere a la ausencia de inclusiones. En las gemas de origen natural, Rolex selecciona únicamente las piedras preciosas más translúcidas. En lo que respecta a los diamantes, la marca solamente se queda con los catalogados como IF (Internally Flawless), la categoría más alta de los principales baremos de clasificación empleados en gemología.
Por otro lado, el color también cobra importancia en el proceso y se evalúa siempre a simple vista, lo cual requiere la pericia de gemólogos experimentados. Para llevar a cabo su trabajo, estos expertos recurren a piedras patrón debidamente certificadas. Los diamantes que la marca utiliza son los más incoloros; han de estar comprendidos entre las clases D y G de la escala del Gemological Institute of America, es decir, las más elevadas. Este minucioso y riguroso trabajo de análisis realizado con arreglo a los estándares de calidad propios de la marca, permite garantizar que todas las gemas engastadas sean uniformes y de primera calidad.
Una vez aprobadas por los gemólogos, las piedras preciosas se ponen a disposición de los engastadores que, con gestos tan precisos como los de los relojeros, sellan las piedras una a una sobre los relojes. Su labor consta de varios aspectos, empezando por la colaboración con los diseñadores de la División de Creación para acordar, en un sutil ejercicio de equilibrio entre criterios estéticos y dificultades técnicas, los colores de las gemas y su disposición. El diálogo continúa con los ingenieros que se encargan de los elementos no mecánicos, es decir, todos los elementos del reloj que no tienen que ver con el movimiento propiamente dicho. Juntos estudian la futura ubicación de las piedras para preparar, con una exactitud de micrones, la pieza de oro o platino en la que serán alojadas. Se trata de prever la cantidad exacta de metal necesaria para la sujeción de cada piedra. Posteriormente los engastadores, aplican las gemas una por una hasta lograr la armonía ideal de los colores y los reflejos, y alcanzar la colocación óptima con un margen máximo de error de dos centésimas de milímetro. Todo el talento de los engastadores se refleja en su capacidad para escoger la mejor herramienta, dar con el ángulo correcto y ejercer un movimiento de presión con la fuerza precisa, un gesto que se repite hasta unas tres mil veces en determinadas esferas completamente engastadas de diamantes.
Este repertorio de técnicas, unido a los esfuerzos invertidos en trabajar las piedras más espléndidas, demuestra el elevadísimo nivel de exigencia de Rolex y su búsqueda constante por la excelencia. Su capacidad de rodearse de los mejores artesanos y equiparse con las herramientas más eficaces para sacar el mejor partido a sus relojes, le confiere a cada una de sus creaciones una apariencia diferente, haciendo de cada pieza una verdadera obra de arte.